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La robótica en el mundo del golf

 

La principal virtud de un swing de golf es su capacidad de repetición. Es un principio tan lógico como su fundamento: si el movimiento siempre es el mismo, el vuelo de la bola será predecible. Se suele calificar un swing como bueno o malo en base a un razonamiento tan simple como este, pero se olvida cuando hablamos de la posición de la muñeca en lo alto del backswing, el brazo izquierdo completamente estirado en el momento del impacto o la capacidad de rotación del cuerpo.

Esta es la razón por la que el swing de Jim Furyk es igualmente efectivo durante algunas semanas del año que el de Phil Mickelson, Sergio García o Rory McIlroy. Sus victorias se apoyan en un movimiento en el que pueden confiar, se repite y proporciona buenos resultados. Basándose en este principio, se diseñó hace un par de décadas el “Iron Byron” (en honor a Byron Nelson), un robot capaz de reproducir el mismo swing de golf una y otra vez.

No dejaba de ser un resorte con tres velocidades pero su aplicación al mercado fue importante. Los fabricantes podían adaptar sus palos a golfistas de diversos niveles y, en un abrir y cerrar de ojos, el referente para mejorar el material que se utilizaba pasó a ser una máquina. No es un dato irrelevante. Indica que cuanto más mecánico sea el swing mejor será el resultado, o por lo menos el mismo una y otra vez. Las máquinas trabajaban al servicio del hombre y el hombre intentaba imitarlas. El objetivo a largo plazo no era pegar el golpe perfecto (como ocurre en los campeonatos de distancia) sino ser capaz de reproducir un movimiento en infinidad de situaciones diferentes.

El golf como ciencia, desarrollado en un principio por Homer Kelley en “The golfing machine” e intentado llevar a la práctica por Andy Plummer y Mike Bennet en su método “Stack and tilt”, pasaba a ser ejecutado a la perfección por una maquinaria. Sin embargo sabemos que las personas no se comportan de una forma tan sencilla y en ningún caso podrían llegar al nivel de repetición que aporta un mecanismo previamente configurado. Por eso Golf Laboratories Inc, la misma empresa que está detrás del “Iron Byron”, decidió llevar a cabo un prototipo de jugador de golf robot que compitiera en un campo, en la misma situación que cualquier persona.

El reto era de unas dimensiones importantes, ya no solo se trataba de ejecutar un movimiento perfecto, sino de calcular la distancia al objetivo, la ondulación de los greenes, la situación de la bola o el clima que afectara a su vuelo. Por ahora, el único precedente que tenemos es el Qrio 2004 que presentó Sony Corporation en aquel año, capaz de empujar una bola en un tapete hacia un gran agujero.

Indudablemente, el swing de golf se ha visto influido por esta tendencia y el movimiento que se enseña en la actualidad es distinto al de hace varias décadas. Incluso dentro de lo que se considera un golpeo perfecto de la bola existen diferentes escuelas que promocionan métodos alternativos, siendo “Stick and tilt” o el swing en un plano de Jim Hardy algunos de los más populares. La realidad, por otra parte, indica que Bubba Watson ganó dos veces el año pasado con un swing que rompe todos los moldes.

La mecanización del golf no se para aquí. Ya existencortacéspedes automáticosque mantienen los greenes en perfectas condiciones orecogebolasque hacen una de las labores más repetitivas en un campo de golf. Del mismo modo que ya no es necesario llamar por teléfono para reservar una hora de salida gracias a Internet, nuevos adelantos van llegando al mundo del golf y avisan que, dentro de unos años, podemos estar practicando el mismo deporte en unas condiciones completamente distintas.