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"Este juego es increíble"

 

Cuando el deporte exprime sus virtudes el resultado es fabuloso. De la misma forma que la épica glosa el ciclismo, la exploración de los límites el atletismo y el control de lo imprevisible -se juega con los pies- el fútbol, al golf, un deporte de amplia literatura, le ampara el dramatismo. Su historia se sigue construyendo sobre grandes victorias y grandes derrotas, tan importantes unas como otras. Es un juego increíble.

Que el domingo en el desenlace del Masters coincidieran el mejor jugador del Augusta National y el hoyo más afamado del mundo eleva el caché de lo acontecido. Ver a Spieth víctima del hoyo 12 y el cuádruple 'bogey' que ya forma parte de la leyenda negra, explica que el golf es un deporte dificilísimo en su ejecución por la amplitud del error. Ha mejorado el material y ha minimizado el fallo, pero aún sigue siendo de obligado cumplimiento pegar con precisión máxima. Que el fallo se repitiese por partida doble, dos bolas al agua, hace más grande su desenlace. El golf se sigue jugando por humanos.

Seguramente una victoria de Jordan Spieth, llamado a marcar época en el Masters y seguramente en la historia del golf con McIlroy, hubiese disparado las comparativas con Nicklaus y con Tiger, especialmente. Pero es la derrota lo que ha agrandado este deporte. El Amen Corner, que es como citar el Tourmalet en el ciclismo, o el claustro de Oxford en la milla británica, se cobró la pieza que perseguía desde hace años. Todo parecía vendido en el Masters y todo cambió en 10 minutos. Algo que se construyó hace 80 años aún funciona. El golf, por imprevisible, es una caja de emociones. Aunque aún sigan denostando a este deporte porque se juega andando.