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Lucas Pouille: El irreductible galo

 

La victoria de Lucas Pouille (Grande-Synthe, 1994) sobre Rafa Nadal en los octavos de final del US Open es algo más que una mayúscula sorpresa. Supone para el tenis francés la muestra de que se puede ser galo y batallar al mismo tiempo, que no sean términos contradictorios. Y es que este chico de 22 años de padre francés pero madre finlandesa plasmó en la Arthur Ashe de Nueva York unas actitudes para la brega y el litigio excelentes. Lo que unido a una habilidad que sí que es marchamo absolutamente francés, le convierten en un jugador temible, un jugador que fue capaz de tumbar al mismísimo Rafa Nadal en un duelo a cara de perro y de 4 horas de duración. Pouille representa a la otra Francia. Quizá de aquella de la que salga el verdadero sucesor de Yannick Noah.

La gran Francia. La de los grandes espadas como Richard Gasquet, Gael Monfils o Jo-Wilfried Tsonga. Jugadores todos ellos que gozaron de una gran carrera júnior y desde muy jóvenes tuvieron que portar a sus espaldas la losa de la responsabilidad: La de devolver al tenis francés a lo más alto del escalafón mundial. Con menor o mayor acierto en su fracaso, todos se han estrellado. Especialmente ante un tenista, Rafa Nadal. Espectaculares cara a cara en contra tienen ante la bestia de Manacor. Y es que esta confrontación no es sino la mejor metáfora del choque entre la garra, la constancia y el sufrimiento contra el talento, la habilidad natural, la fragilidad y un espíritu versallesco.

Mucho menos visible está la pequeña Galia. En la que habitan algunos, no muchos, tenistas de corazón fuerte, incansables, fuertes físicamente y que venden su derrota a un coste altísimo. Un claro exponente de esa otra Francia venía siendo Gilles Simon, que precisamente ante Nadal, dio una increíble muestra de pundonor y testarudez en las semifinales del Masters Series de Madrid 2008. Sin embargo siempre ha carecido de la 'facilidad' de los tenistas franceses, de esa técnica exquisita que elevan el tenis a su máxima expresión artística. Lucas Pouille es ahora mismo el que mejor encarna la combinación de esas dos Francias, al fin y al cabo, de las dos grandes vertientes del tenis. La pelea y la agonía y por otro lado, la genialidad y la agresividad.

Desde que era un adolescente, Lucas Pouille ha destacado ante todo por guerrero, por dejarse la piel en la pista. No tanto por su tenis y sus resultados, mucho más discretos. "En su primer entrenamiento cuando tenía 10 años, su entrenador le puso a correr por las dunas de la playa cerca del club", cuenta su progenitor Pascal Pouille. "Lucas acabó vomitando, pero se negó a detenerse", asegura. Un perfecto símil de lo que un Pouille mucho más mayor tuvo que aguantar ante Rafa Nadal que le tenía contra la pared en el quinto set, con break abajo desde el inicio. Muchos tenistas y de muy arriba en el ranking hubiera levantado la bandera o tirado la toalla si se prefiere. Lucas no, llevando a la máxima expresión eso de 'esto no se acaba hasta la última bola'.

"Contra Berdych en Wimbledon, jugó con el tobillo lastimado, pero en ningún momento he oído que se excusara de la derrota por esa lesión", explica su padre. "Su personalidad es tal vez una mezcla de sus dos culturas. Heredó la tranquilidad de su madre y algo de mi locura probablemente", cuenta Pascal como recoge 20minutes.fr. "Nunca pensé que le fuera a ganar a Nadal en la central del Abierto de Estados Unidos. Porque hay una gran diferencia entre la ambición y la pretensión", dice.

Las continuas lesiones en la etapa júnior de Pouille fueron al parecer la causa de que el tenista del norte de Francia no despuntara antes ni tanto como cuenta su padre. Ahora en cambio se encuentra en una plenitud física que le han permitido jugar consecutivamente tres partidos de más de 3 horas y todos ellos agotando las cinco mangas. Y además, terminando casi todos ellos con una entereza y fortaleza física que asustan. Allí donde casi todos sus compatriotas se hacen pequeños, se arrugan, pierden todas sus opciones de gloria, el irreductible Lucas Pouille como buen galo de las historias de Astérix saca los dientes, aprieta más aún y lucha como un verdadero bárbaro hasta la extenuación. Su próxima batalla será ante un compatriota, Gael Monfils. Una excelente prueba para el joven Pouille para elevar el tenis francés a otra categoría.