La era del 'Big Four' hace ya un par de temporadas que perdió parte del total protagonismo que tuvo en el pasado, pero la realidad, en términos prácticos, sigue inmutable. La final del US Open la jugarán Novak Djokovic (1987) y Stan Wawrinka (1985), dos jugadores que han ganado más de un grande en las dos últimas temporadas, que siguen estando más preparados que ninguno de sus perseguidores para alcanzar dicha ronda, brillen o no, y cuya rivalidad recupera el interés por comprobar si el suizo puede interponerse de nuevo en el camino del número 1.
Repasando el 'cara a cara', uno podría establecer que la historia que contar y relatar no es tal entre ambos. El balcánico no debería de tener miedo al de Lausana. Un 19-4 desde 2006 habla bien a las claras de su tremenda superioridad sobre Stan, un jugador que incluso se cambió el nombre desde que de la mano de Magnus Norman, allá por 2013, subió varios peldaños y nunca los volvió a bajar. El helvético suma tres temporadas consecutivas sumando finales de Grand Slam. Especial en su estirpe, Wawrinka funciona por impulsos. Y ninguno como los que tiene cuando huele las últimas rondas de un major.
El partido tiene muchísimo contenido. Desde el punto de vista estadístico, si se mantiene la tendencia, el interés es total. En los últimos cinco enfrentamientos entre ambos en Grand Slam, cuatro de ellos se fueron al quinto set y el restante se saldó con la victoria de Stan en París, en 2015. Al encontrarse siempre en instancias finales, Djokovic se ha encontrado en todo momento con un jugador marcado por ese punto de controlada inconsciencia que hace sostenible un plan de juego abismal. De los que desborda el equilibrio del más equilibrado.
Wawrinka llega precisamente a punto. Él es así. Estuvo contra las cuerdas ante Evans, dio una malísima imagen ante el desconocido Giannessi, dando tumbos y coqueteando con la eliminación. Capaz de regularse una vez cruza a la segunda semana, 'Stanimal' explica su competitividad de un modo tan extraño como peligrosísimo para sus rivales. Enfrente tendrá a un Djokovic de nuevo preparado, mentalmente listo para aprovechar una nueva oportunidad de acercarse a lo máximo.
El número 1, circunstancias del camino y el cuadro al margen, repite presencia en una final de Slam tras dos batacazos y dudas físicas. Una vez aquí, recupera su condición de favorito para ganar en Flushing Meadows. A un lado y a otro lado de la red tocará comprobar cómo consigue el suizo ser consistente en una pista más rápida que Melbourne y Roland Garros. En la raqueta de Djokovic está aprender del pasado y jugar con profundidad y velocidad a un Wawrinka cuyas palancas necesitan tiempo y diálogos para acabar con el punto por decisión propia.
La Arthur Ashe es un punto más rápida y los riesgos que Stan toma en suelos más lentos pueden penalizarle. Djokovic deberá sumar un servicio constante, agresividad alta dentro de su control y provocar en Wawrinka algo más que concederle oportunidades de acelerar. De esa relación entre variedad, profundidad, detalles en momentos importantes y relación sostenible entre ganadores-no forzados se podrá explicar la final. Novak busca su tercer título en Nueva York y su decimotercer grande. Wawrinka, aumentar su legado como hombre de grandes momentos.