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Bendito relevo generacional

 

El aficionado lo quiere todo, mientras sea bueno. Quiere que el que le ha hecho disfrutar siga sano, quiera seguir, no ceda terreno, no caiga lesionado, no envejezca, no dude. También quiere caras nuevas, nuevos aires, descaro, miradas desconocidas. El debate del relevo y la necesidad de que no surjan generaciones perdidas desborda actualidad y presente, porque es necesario que eso no suceda, sin duda.

Pero en el tenis, nada ha emocionado tanto como el último aliento.

Esto viene a raíz de muchas cosas, aunque la que la ha provocado en un primer momento es que mañana se juega un David Ferrer vs Andy Murray en semifinales de Pekín, que a mí me ha sonado increíblemente extraño para cómo está cambiando el circuito en sus torneos menos relevantes. Dicho enfrentamiento se asocia fácilmente a una época concreta. Ellos no lucharon por innumerables grandes títulos en sus partidos pero forman parte de un periodo temporal que en algún momento conecta con lo que se fue desvaneciendo en cada década de tenis.

Sigo innumerables cuentas de Twitter para informarme, leer la opinión de fans y periodistas. Cuando Roger Federer anunció que no participaría en todo lo que quedaba de temporada 2016, se agolparon los récords que se frenaban, la incertidumbre de su vuelta o el dolor de su ausencia. Pero no recuerdo, por ejemplo, que muchos valoraran que éste se convertiría en el primer año en el que no habría un Federer-Nadal desde 2004. Caí en la cuenta hace unos días. Y además únicamente hubo un choque en 2015, en la final de Basilea.

Es momento de campañas corporativas, la #NextGen, el reclamo y la atención. Sin embargo, ahí está el pasado para recordar a la gente emocionada viendo a Jimmy Connors, con 39 años, llegando a las semifinales del US Open tras recibir una wildcard. Para recordar el año 92 de McEnroe, que contaba con los 33 años de principios de los 90, no los de ahora, colándose en las semifinales de Wimbledon y ganando la Copa Davis. Y ahora, a esta generación que domina el tenis desde 2005, se la busca desbancar con su propio relevo. Es cíclico y es lógico.

Pero en realidad, sin que seamos conscientes de ello, queremos que cuando les desbanquen de manera definitiva, lo hagan para que, en 2019, siendo Federer el 17º del mundo y contando 38 tacos y Nadal el 22º con su físico castigado, vuelvan a verse en la semifinal de un Grand Slam. Allí nadie se acordará del número 1 de Zverev o a Pouille levantando Roland Garros, momentos de fuerza muchísimo menores comparados con que Roger o Rafa vuelvan una vez más.

Por eso, el relevo sirve para que los que fueron los mejores caigan y vuelvan por última vez. Es el momento que justifica como ningún otro que el relevo es necesario.