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El hombre más odiado del tenis

 

Con este titular apareció 'Sports Illustrated' una mañana de marzo de 1998 para decirle al tenis que Marcelo Ríos había llegado para irse. Con toda la razón del mundo, una de las revistas más prestigiosas del mundo del deporte se hizo eco de lo que sucedía, sucedió y sucedería alrededor de un talento que se quería muy poco. El chileno, quien hizo historia siendo el primer número 1 sudamericano del ranking ATP, construyó una carrera de más infiernos que cielos, que podría resumirse de muchas maneras pero a la que ninguna se acercaría con tanto acierto como la frase que el propio jugador proclamó en un instante: "Soy el mejor cuando voy solo contra el mundo".

Enemigo de sí mismo, Marcelo Ríos sólo pudo mostrar todo su talento yéndose a los extremos. Allí, en los bordes, aislado de las reglas sociales, el que para muchos de los grandes entrenadores norteamericanos era el talento más salvaje que habían contemplado, pudo definirse para hacer su camino. Fue corto y lleno de baches pero fue la única manera. "Ese día mostró todo lo que pudo haber sido en el tenis y, lamentablemente, no concretó. Ríos nunca entendió este deporte, nunca entrenó y se preparó para los torneos grandes como se debe en una carrera que es corta y exigente. Además, nunca tuvo intención de acercarse al tenis en sus otras facetas. No se acercaba a los niños que querían saber de él, no firmaba autógrafos, los dejaba plantados cuando lo esperaban. Como jugador, entre 1997 y 1998 fue un fenómeno, un jugador capaz de hacerle decir a Federer que sólo por él pagaría una entrada".

Las sentencias sobre "el mayor talento que uno nunca vio" se las lleva el tiempo, así que la frase queda extinta cada pocos años -excepciones para los más grandes- porque el tenis se va superando, pero Ríos se puso en boca de Nick Bolletieri, a quien pertenecen las declaraciones del párrafo anterior, demostrando que tocando la pelota tenía un don. Ese día del que habla el gurú de Bradenton se sitúa en Miami, en el mismo marco espacio-temporal al que se refiere el titular de Sports Illustrated. El tenista más odiado que hubo nunca era el nuevo número 1 del mundo, sacando de la pista a Andre Agassi en la final del Masters de Cayo Vizcaíno.

Necesitado de un continuo desorden en sus rutinas, motivado por la grosería y la desvergüenza, Ríos buscaba ser odiado por costumbre. Muchos antes habían mostrado ciertas actitudes que daban sentido a su carácter competitivo. Los había que necesitaban retar a todo el mundo para mantener la concentración e interpretar la competición, pero Ríos fue siempre mucho más allá. Más que exteriorizar para ubicarse, lo de Marcelo tenía tintes claramente antisociales. El anecdotario es inmenso, así como las opiniones que tuvieron de él innumerables jugadores que en su juventud fueron diana de declaraciones semejantes.

McEnroe se limitó a llamarle 'pequeña mierda chilena' y a Nastase, que también tuvo excelentes palabras para su talento, le faltó tiempo para dejar claro lo que sentía con sus actitudes: "Es el peor tipo que he conocido. Los jugadores de hoy probablemente tienen la misma opinión sobre él. Cuando alguien no firma autógrafos para los niños... eso es impresentable. Su juego me importa una mierda. Yo ni lo miro. Para mí, es un idiota. No sé qué más decirte sobre él. Y esta es la primera vez que digo algo acerca de alguien así. Creo que ha sido lo peor que le ha ocurrido al tenis. No se merecía ser el número 1, uno o dos días". Con el rumano tendría otro episodio aún más truculento cuando el chileno le negó una firma en Montecarlo y Nastase lo lapidó de manera poco decente: "Es un mono que se cayó del árbol. Para ser un grande también se necesita ser una buena persona fuera de la cancha. Es un gran un hijo de ****".

Arrogante y cínico, Marcelo tenía arrebatos de expresividad. Ni trampa ni cartón. "Los periódicos inventan muchas cosas acerca de mí. Siempre sacan las cosas malas de mi vida. Dicen que antes de algunos partidos voy a discotecas, me emborracho y estoy hasta las tres o las cuatro de la mañana. ¿Es verdad? Sí, pero son mis asuntos". Ríos, que dijo que ganaría fácil a Laver y que le daría un paseo a Nadal, se colocó así en el cajón de los no queridos, aunque entre esa incorrección y su inmensa calidad radicó su razón de ser. Para muchos fue un jugador de culto.

Los periódicos, o las voces que trataron de escribirle en papel, también teclearon sobre la virtud de su tenis. Su carrera, que comenzó pronto y se acabó también temprano, con cuatro grandes temporadas y un repentino descenso, fue siempre algo secundario. Ríos demostró que puntualmente podía ser el mejor, pues no estaba preparado para serlo mucho tiempo, y que su relación con el tenis era fundamentalmente creativa. Por su irregularidad, por el proceso atormentado que le acompañaba y por el resultado de todo ello, capaz de formular tiros y jugadas que marcaron a todos los jugadores que le tuvieron de frente, el 'chino' fue seguramente el único número 1 del mundo que nunca pareció tener la mentalidad y el sacrificio para serlo. Que lo fuese, el mero hecho, habla de un talento primoroso. Que lo fuese durante seis únicas semanas habla de lo fugaz y momentáneo que fue el tenista más odiado.

Marcelo fue una sucesión de momentos que llegó únicamente para irse.

Fuente: http://www.puntodebreak.com/