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Sergio, bienvenido al club

 

Sergio García ha ganado el Masters. Mi nivel de alegría rozó en ese momento el límite del paroxismo. No porque un amigo querido lo hubiese hecho o porque otro español llegase a lo más alto en un deporte que es parte fundamental de mi vida, sino porque llegó cuando ya tocaba y él (Sergio), había entendido, quizás por primera vez en su vida, que ya tocaba.

Lo noté ya jugando con él el martes una ronda de prácticas. La calidad de sus golpes, de su sonrisa cuando fallaba alguno, pocos la verdad. La expresión de paciencia y sabiduría en su rostro me indicaron que ya tocaba. Por eso, desde el mismo miércoles le envié un mensaje de apoyo. Le dije también que no comparto taquilla en el vestuario de campeones de Augusta, pero esperaba hacerlo con él.

Tengo un amigo que tiene un cerezo en su jardín. Todos los años se come las cerezas casi verdes porque si deja que lleguen a sazón se las roban gorriones y zorzales. Al final, ni él ni los pájaros las disfrutan. Esto pasa en el golf español sistemáticamente. A Sergio desde hace 18 años, como si fuera Nicklaus se le ha exigido todo, hasta se le ha tratado de bluff. Mi alegría viene porque al fin se ha salvado una cereza que se ha dejado madurar convenientemente. Se acabó El Niño, viva Sergio García.

 

Fuente: http://www.marca.com/golf/masters-augusta/opinion/2017/04/11/58ecd027468aeb087e8b457d.html