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"El primer día ya me pidió salir al campo"

 

Ovidio Calvo fue profesor de Johan Cruyff durante más de 20 años

"El primer día ya me pidió salir al campo"

Ovidio Calvo difícilmente olvidará el día que empezó a dar clases a Johan Cruyff. Había enseñado a muchas personas famosas anteriormente pero pocas que infundieran tanto respeto como él. Corría el año 1990. El holandés se había ganado ya el estatus de mito del fútbol como jugador y estaba dando las últimas pinceladas al Dream Team, la obra que le encumbraría como entrenador.

El campo de Montanyà, club del que era tercer máximo accionista y que se convirtió en uno de sus refugios favoritos durante los últimos años, estaba recién terminado. Cruyff, como Rinus Michels o Carlos Rexach, tenía casa en la urbanización desde su época de futbolista y era cuestión de tiempo que se animara a coger los palos.

"El día que empezamos a dar clases me dijo que quería salir al campo. Yo le contesté que eso no era posible pero le dio igual. Eso de dar bolas no iba con él", recuerda Ovidio, que evidentemente sucumbió a la capacidad persuasiva de su nuevo pupilo. Y se sorprendió. "Desde el principio mostró que sabía cómo plantear los golpes y cómo defenderse. Tenía habilidad y picardía", explica el profesional de Montanyà Golf, que también instruyó a toda la plantilla del Dream Team. "Era increíble cómo le respetaban y cómo los controlaba a todos", añade.

"La genialidad en él se percibía constantemente. Siempre buscaba lo extraordinario, lo normal nunca le interesó"

Ovidio Calvo, profesor de golf de Johan Cruyff

Cruyff no había cogido un palo hasta ese día, pero ya no volvería soltarlo hasta su muerte. Alrededor del golf centró buena parte de la labor de su fundación, enfocada principalmente a ayudar a niños y personas con algún tipo de discapacidad. De hecho, el próximo lunes está previsto un torneo benéfico auspiciado por su fundación con motivo del partido entre el Real Madrid y el Barcelona: "Estaba volcado con los niños. Nunca decía que no a nadie, siempre me sorprendió que se dedicara a eso en lugar de ganar millones como entrenador".

Hace menos de tres semanas estuvo jugando por última vez. Había empezado a tener algunos problemas de visión porque el cáncer se le había extendido a la cabeza, pero aquel día en particular pudo completar nueve hoyos y estaba encantado. "Me emocionó verle tan feliz", recuerda su profesor, que tenía previsto acudir con él a finales de abril a Tánger (Marruecos) para un torneo en el que participan desde hace años. "Me había dicho que igual no podía ir, que había un problema. Yo pensé que era por la enfermedad, pero me dijo que estaba planeando ir a Grecia con la familia para celebrar su cumpleaños", cuenta Calvo. El hiperactivo Johan nunca dejó de hacer planes.

Cruyff empezó con hándicap 28, el máximo en la época, y progresó con relativa celeridad hasta el 15 a pesar de que el banquillo le dejaba poco tiempo para jugar. "Eso sí, el verano era sagrado y lo dedicaba casi exclusivamente al golf", matiza Calvo. En su mejor momento llegó a tener 10.5, aunque nunca fue de los obsesionados con bajar el hándicap. Al campo iba a disfrutar. "Le pegaba bastante fuerte para haber empezado a los cuarenta y pico, pero su fuerte era el juego corto", explica Calvo, que asegura que a pesar de sus inevitables limitaciones, Cruyff también destilaba genialidad con los palos.

Se inventaba maneras nuevas de jugar, creaba formatos diferentes: ¡menos lo normal, cualquier cosa!"

Ovidio Calvo, profesor de golf de Johan Cruyff

"La genialidad en él se percibía constantemente. Tenía una gran visión y era muy imaginativo. Siempre buscaba lo extraordinario, lo normal nunca le interesó", explica el profesor. Esa creatividad no se limitaba a su juego, sino que la aplicaba también a las reglas mismas del deporte. Se inventaba maneras nuevas de jugar, hacía y deshacía equipos, creaba formatos diferentes. "Menos lo normal, cualquier cosa", insiste el profesor.

En el campo Cruyff dejó frases célebres, como hizo en las salas de prensa de los estadios de fútbol. Calvo recuerda especialmente la que decía cuando se permitía la licencia de mover una bola que había caído donde no debía. "No estoy haciendo trampas, sólo estoy ayudando a la mala suerte", decía socarrón. Y el profesor también se llevó a casa algunas perlas de esa singular filosofía vital holandés: "Cuando yo tenía algún problema me decía: 'intenta solucionarlo por todos los medios, pero si al llegar la noche no lo has conseguido, olvídalo antes de apagar la luz. El problema va a seguir estando ahí por la mañana, así que es importante que descanses bien para poder solucionarlo".