Ana Ivanovic es algo más que una jugadora de tenis. Su carisma dentro y fuera de la pista hacen que cuente con una pléyade de fieles seguidores a lo largo y ancho del mundo. Idolatrada en Serbia por su fuerte sentimiento identitario hacia su país natal, la otrora número uno del mundo no pierde la sonrisa a pesar de la espiral negativa en la que lleva ya años sumida. Lesiones, falta de confianza y una cierta dispersión, han hecho que Ivanovic cuente con un papel más que secundario en el circuito WTA.
Es la imagen de muchas marcas comerciales, y en una acto publicitario de una de ellas para las que es embajadora global (Shisheido), la nacida en Belgrado analizó lo que ha supuesto y supone el tenis para ella, así como su reciente condición de casada, tras el enlace matrimonial con Bastian Schweinsteiger el pasado verano.
La que fue considerada por Donald Trump como "la mujer más bella del mundo", parece algo hastiada de la vida de tenista a tenor de sus declaraciones para la revista italiana Grazia, en la que señaló sentirse "como un nómada durante muchos años; si tuviera una hija no me gustaría que fuera tenista, es una vida en la que sacrificas tu infancia", dijo la serbia. Sin embargo, cuestionada sobre su vida desde que se casó, la balcánica pasa más tiempo en su nueva casa. "Cuando no he jugado este año por las lesiones, he pasado el tiempo en Manchester, con mi marido", dijo una Ivanovic que aún tiene en Berna (Suiza) su residencia oficial.
"Mis padres hicieron muchos sacrificios para que pudiera jugar al tenis y mi hermana estudiara. Él estudió Economicas y trabajó en el negocio familiar, y mi padre viajaba mucho conmigo cuando era niña por los torneos", se refirió visiblemente emocionada Ana Ivanovic a sus inicios. "Todo cambió cuando Serbia entró en guerra... fue una situación compleja para todos", dijo una jugadora que tiene muy presentes sus orígenes allá donde va.
Sorprenden algo las declaraciones de una de las mujeres más glamourosas del mundo cuando se refiere a su infancia. "De niña era muy tímida, no tenía muchas amistades y estaba algo marginada. El tenis fue un lugar donde refugiarme de mis problemas, de ganar confianza en mí misma y de superar también la difícil situación que vivía el país", argumentó la jugadora que terminó en el puesto 63 del ránking WTA este año.
Y es que esta temporada fue difícil para Ivanovic, cuyo resultado más destacable fueron las semifinales del torneo de San Petersburgo, una renta pírrica para una jugadora de su potencial. "Las derrotas son muy duras y solo el tenista sabe lo que suponen, por todo el esfuerzo que hay detrás de un partido perdido", declaró con contundencia una Ivanovic que muestra una cierta debilidad en el plano mental al reconocer que "para mí es muy difícil superar las derrotas. Soy muy competitiva en todo y odio perder".
Cuestionada sobre su relación con Novak Djokovic, la jugadora serbia dejó claro que les une una gran amistad forjada desde hace años, siendo ambos embajadores de Serbia por todo el mundo. "Conocí a Novak cuando tenía 4 años. Su tío era un viejo amigo de mi padre y nos veíamos en el recreo del colegio", terminó diciendo una mujer que a sus 29 años aún podría tener mucho que dar sobre la pista.