El mundo del golf llora la muerte de John Jacobs, que falleció en la madrugada del viernes a la edad de 91 años. Pocas figuras aglutinaron tanta trascendencia para un deporte como la que tuvo Jacobs con el golf europeo, especialidad en la que fue golfista, entrenador, escritor, capitán y, sobre todo, precursor. Él fue quien gestó el European Tour y también quien posibilitó la entrada de jugadores continentales en la Ryder Cup, que supuso un impulso definitivo a una competición que agonizaba cuando se resumía en un choque entre Estados Unidos y Europa.
Su relevancia es especialmente significativa en España, por su condición de forjador de José María Olazábal, al que ayudó a la conquista de las dos chaquetas verdes del Masters de Augusta (1994 y 1999), los dos últimos grandes del golf español. "Sobre todo creyó en él porque su método era de una sencillez y simplicidad enorme. Simplemente se trataba de aprovechar las condiciones naturales del swing", recuerda Sergio Gómez, el mánager de Olazábal.
Hijo de Robert, el profesional del Lindrick Golf Club, un club al norte de Inglaterra, que combatió en la I Guerra Mundial y se suicidó cuando su hijo tenía 9 años, John también tuvo un rol, aunque inactivo, en el ejército británico como miembro de la RAF durante la segunda gran contienda. Al acabar el conflicto dio el salto al golf profesional, donde ganó torneos en Sudáfrica y en Holanda. En 1955 formó parte del equipo británico de la Ryder, incluso.
Pero sobre todo fue su labor empresarial a la que hay que concederle los mayores honores. Por sus contactos en todo el continente, fue la pieza clave para alumbrar en 1972 el European Tour, circuito formado por 20 torneos, que comenzaba en abril. En uno de esos viajes anuales para consolidar los lazos con la Federación Española de Golf conoció a Olazábal en un clínic. La fascinación que le produjo fue absoluta. "Como maestro, ha sido el mejor", escribió Olazábal en las biografías del inglés.
En 1979 asumió la capitanía de la Ryder Cup e impulsó la ampliación del bando este del Atlántico hasta convertirlo en continente. Gran Bretaña era presa fácil del equipo estadounidense hasta la fecha. La incorporación de Severiano Ballesteros y Antonio Garrido cambió para siempre la historia.
Con Olazábal mantenía una relación fluida telefónica. Apenas necesitaba verle, que sucedía sólo en algunos torneos, para saber cuáles eran sus problemas. Una conversación era suficiente. Fue la misma química que encontró con Butch Harmon, su alumno más aventajado. "Yo ya soy viejo y él te podría ayudar", le dijo al guipuzcoano a principios de los 90 cuando Harmon aún no había alcanzado la cúspide con Tiger Woods. Le costó tiempo, pero terminó escuchando el sabio consejo del que podría ser considerado como el maestro de los maestros.