El privilegio de estar presenciando la historia volvió a sorprendernos este domingo en Montecarlo. Rafa Nadal, cansado de ser el ‘nueve veces campeón de Montecarlo’, superó en una final española a Albert Ramos (6-1, 6-3) para convertirse en el decacampeón del Principado, siendo así el primer tenista de toda la historia en poner dobles dígitos en un mismo torneo. Con su ritmo, su derecha y exquisita fiabilidad, el manacorense fue tejiendo su 29 título de Masters 1000 hasta que los pronósticos se hicieron realidad. Como bien indica la Pascua, el Domingo de Ramos ya pasó. Hoy celebramos exclusivamente el Domingo de Nadal. De Don Rafael Nadal Parera.
Solamente mirando los números uno ya se esperaba lo peor. Dos jugadores españoles, los dos terriblemente cómodos en la tierra batida y ambos con una inercia positiva que les ha llevado a competir en su mejor tenis. Pero claro, el de morado jugaba para conquistar su título número 29 de Masters 1000 y el de morado se encontraba en su primera final de esta categoría. El de Nike peleaba por lograr su título número 50 sobre tierra batida y el de Joma por sumar el segundo. No quiero seguir porque así podríamos tirarnos hasta el martes y aunque, no siempre las estadísticas son definitivas, en el día de hoy podían llegar a ser devastadoras.
Al terminar el primer set, en apenas media hora, Rafa Nadal sonreía con un 6-1 a su favor y un único contratiempo. Fue en el tercer juego cuando tuvo que pedir atención médica por un problema en el ojo. Aquel fue el único instante donde el balear no controló la situación. Dentro de la pista, un ejercicio de solidez y arraigo impidieron que Ramos tuviera la más remota posibilidad. El de Mataró no es de regalar muchas pelotas, incluso es de los tenistas más equilibrados con sus golpes, pero no hacía daño, no mordía, todo lo contrario que su rival, más valiente de lo habitual y jugando en todo momento muy metido en la cancha. En cuanto podía ponerse con su drive ni se lo pensaba, el punto ya estaba en camino.
La faceta de zurdo de Albert Ramos llegó a suponer en la previa un reto para el balear, pero claro, qué le van a decir a él sobre cómo juegan los zurdos. La segunda manga arrancó más igualada pero con la impresión de que Albert todavía llevaba el susto en el cuerpo. En la final más importante de tu carrera contra el deportista más laureado de tu nación, lo último que quiere hacer uno es el ridículo, pero el bloqueo era evidente. Buscaba trazar ángulos, abrir pista, empujar a Rafa en el fondo de pista, pero faltaba una marcha más, quizá ese extra de confianza que sí había tenido ante Murray, Cilic o Pouille, los tres tip20 que había tumbado por el camino.
La distancia era excesiva como para pensar en un giro del destino. Al mismo tiempo, la estadística sonreía al verse que una vez más tendría razón. Rafa Nadal jamás perdió una final en su carrera ante un tenista español y hoy no iba a ser la excepción. El número 7 del mundo será mañana el número 5 con sus diez títulos en Montecarlo bajo llave. Atrás quedarán también los 49 trofeos sobre arcilla de Guillermo Vilas; por fin podemos decir que ningún jugador en la historia levantó más copas que Rafa (50) sobre la superficie roja. Y lo más importante, adió al trago amargo de Melbourne, Acapulco y Miami. En Montecarlo salió por fin cara, un parte de la moneda que lleva imponiéndose en las últimas catorce temporadas sin interrupción. Menos mal que iba a tener una carrera corta.